Se acabó la química y la admiración, no queda ya ni el respeto, el divorcio entre la afición francesa y el seleccionador, Raymond Domenech, quedó consumado anoche en Marsella, donde los "bleus" cayeron derrotados (0-2) frente a la Argentina de Diego Armando Maradona y Lionel Messi." Domenech dimisión", fue el grito más escuchado desde la grada que asistió impotente al juego de su equipo, que comenzó dominando la primera mitad pero acabó sucumbiendo al buen hacer argentino. Los silbidos al técnico cuando abandonó el terreno de juego fueron la culminación de un divorcio que se olía en el ambiente.El nombre de Domenech fue silbado por la grada cuando lo anunciaron por megafonía y el seleccionador apenas salió de su banquillo, refugiado de la amenaza de tempestad que le prometía el Velódromo marsellés.
"No he escuchado nada, yo estoy concentrado en el partido". Con esa frase, mirando para otro lado, el seleccionador despachó la polémica y, raudo, se obstinó en sacar conclusiones: "Hemos perdido ante un gran equipo y dominamos la primera mitad. Tuvimos cosas buenas. El partido hubiera sido otro si Anelka hubiera marcado en una ocasión clara que tuvo".Unas palabras que no calmarán a los aficionados franceses, fatigados de las excusas del técnico.Domenech nunca ha sido un entrenador querido. Llegó al puesto casi de rebote, sin un pasado brillante y siendo un perfecto desconocido para el público.Éste descubrió pronto a un hombre de una gran personalidad, complejo y singular, amante del teatro, culto y verbo afilado y contundente. Un personaje apropiado para navegar cuando el viento viene de cola, pero un problema para hacer marchar un barco encallado en la arena.
Sus relaciones tumultuosas con la generación de Zinedine Zidane le colocaron en el punto de mira. Sobrevivió gracias a que su equipo logró clasificarse, "in extremis", para el Mundial de 2006, algo que lograron en buena medida por el retorno de "Zizou" y de parte de su quinta.En Alemania se labró su figura. Pese a la tensión permanente que rodeó al equipo, Domenech logró llevar a Francia hasta la final, un puesto en el que nadie le esperaba. Perdió contra Italia pero el seleccionador ya había ganado su apuesta, ya se había sacado un crédito que le mantenía en el puesto y le alejaba de las tormentas resultadistas del día a día.Con ese aval bajo el brazo, su equipo bregó en la fase de clasificación para la Eurocopa de 2008. Sin un juego brillante, con más dudas que certezas, volvió a tomar el último tren de la clasificación.De nuevo todo el mundo esperaba al mago Domenech, el hombre que afirma mirar las estrellas para conocer su porvenir, que se fía tanto del horóscopo como de los informes técnicos. Pero esta vez los dioses le dieron la espalda y Francia se estrelló en el grupo de la muerte. No pasó la primera fase y, por toda respuesta, a Domenech no se le ocurrió mejor cosa que pedir en directo y por televisión la mano de su prometida, una conocida presentadora de televisión. Nada parecía poder salvar a Domenech, pero la Federación Francesa de Fútbol no encontró a ningún hombre mejor situado y le dio una oportunidad. Fueron los únicos. El público ya había roto relaciones con antelación. El divorcio se gestó. El juego de Francia no mejoró y a Domenech le queda ya poco de su crédito. En Marsella quedó claro que su trabajo se mirará con lupa. La clasificación de Francia para el Mundial de 2010 no está asegurada tras haber sumado una victoria, un empate y una derrota. De ella depende que el divorcio acabe también con abandono del domicilio conyugal.
(Fuente EFE)
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